La comida no se tira, eso es lo que siempre me han dicho en casa y ahora es cuando me confieso y digo que mis padres me han repetido esto porque me cuesta mucho terminar todo lo que tengo en el plato. Estas pequeñas porciones forman parte de toda la cantidad de comida que se tira y que sumada a lo largo de un año puede llegar a abastecer 80 bancos de alimentos.
Evidentemente, la comida que yo dejo en el plato y que va a la basura por culpa de mi diminuto apetito es un pequeño porcentaje de toda esta cantidad. La mayor parte de estos alimentos tirados vienen directamente de los propios centros donde se producen y venden y que al llegar a su fecha de caducidad son retirados del mercado y dejan de tener utilidad, aunque mi madre lleva toda la vida comiéndose los yogures caducados sin haber tenido ningún problema. Ahora ya se ha eliminado la fecha de caducidad de los yogures pero el verdadero problema se encuentra en los coeficientes de seguridad que se usan para fijar las fechas de caducidad y de consumo preferente en los productos.
Para evitar desperdiciar la comida se recomienda mirar bien lo que compramos, ser coherentes con lo que necesitamos, las ofertas 2×1 pueden ser muy atractivas pero si al final vamos a tirar la mitad de lo que hemos comprado, no hemos ahorrado nada. Una vez que estemos en casa debemos revisar de vez en cuando nuestra despensa y nevera y priorizar los consumos teniendo en cuenta los que van a caducar antes, si aún así descubres que no te va a dar tiempo a consumir algo antes de que caduque, echa imaginación a la cocina, hacer croquetas con el jamón york al que le queda poco tiempo para cumplir la fecha límite, rallar el pan duro para empanar filetes, hacer un bizcocho con yogures… las posibilidades son muchas.
Mi reto es pensármelo dos veces y hacer un esfuerzo antes de dejar el tenedor en la mesa al grito «¡Es que ya no puedo más!» ¿Cuál será tu reto?