Probablemente ya todos habéis oído la frase de que lo importante no es la meta, sino el camino. El problema es que nos empeñamos en hacer el camino lo más rápido posible. Nos pasamos la vida ahorrando tiempo haciendo cosas que no queremos para dedicar el tiempo que hemos ahorrado a hacer otras cosas que tampoco nos gustan. ¿Sabes qué es el movimiento slow y por qué tiene tantos adeptos?
Salimos del restaurante de comida rápida y corremos a por el autobús para llegar a casa antes y tener tiempo de pasar por el gimnasio. ¿No sería mejor comer buena comida y dar un paseo hasta casa después de dejar marchar el autobús?
Esta filosofía es la que generó el movimiento slow food en Italia en oposición a fast food, reivindicando la alimentación como un placer que merece ser disfrutado en todas sus dimensiones y no sólo como un medio para mantenernos en movimiento.
Esta iniciativa tiene otras vertientes, la más conocida es slow cities, ciudades pensadas para los peatones, sin prisas, donde lo interesante es el paseo, olvidarse del reloj y huir de la homogeneidad de las grandes empresas y franquicias.
Las ciudades lentas, que tienen un sello propio para identificarlas, se caracterizan por una menor presencia de tráfico en sus calles y poseer más zonas de recreo y paseo como parques y calles peatonales. Sus características provocan que sean mucho menos ruidosas y sus habitantes menos estresados que los que viven en las grandes urbes. Son ciudades para vivir y disfrutar cada minuto olvidándose de las prisas.
Desde hace años también podemos disfrutar del slow travel un sistema en el que el viajero no visita la ciudad sino que se integra en ella como si fuese uno más.
En definitiva, el movimiento slow no hará que ahorres tiempo, pero a cambio hace que disfrutes de cada segundo. Puede que ese sea el secreto de las tortugas y su popular longevidad.